El caballo, por su naturaleza, se mantiene a nuestro lado desde la excelencia, desde la "no necesidad" de hacerlo. Si permanece cerca es porque le transmitimos, lo que podríamos llamar, "buenas vibraciones", esto es, que nuestro estado emocional es óptimo para que él quiera compartir nuestro espacio.
Esto es así porque el caballo tiene una sensibilidad especial, derivada de su estado de alerta, por su condición de animal de huida, mediante la cuál, es capaz de detectar nuestra intranquilidad, desasosiego, miedo, tensión, presiones, etc... El caballo también tiene una percepción especialmente sensible a la indefensión, a la humildad, a la ausencia de ego. Todo esto lo perciben porque nosotros desprendemos olores, producimos ruidos, desde cada uno de estos estados. Diferentes olores de piel, el sudor, ruidos intestinales, etc. Son capaces también de percibir posturas o movimientos que les resultan violentos o, por el contrario, de sumisión o de "igual a igual".
Es, por todo ello, por lo que hablamos de la inteligencia emocional de los caballos. Porque, dependiendo de lo que reciben, decidirán permanecer o no a nuestro lado.
Importante matizar, que esta relación, se da siempre en el "aquí y ahora". El mismo caballo y la misma persona no siempre están en comunión. Nuestro estado cambia continuamente.
En las dinámicas de coaching personal y grupal se trabaja el liderazgo, la proactividad, el lenguaje no verbal y la comunicación efectiva.
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